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miércoles, 30 de enero de 2008

Las entrevistas por el interfono

Los tomate se van.
Adiós a las esperpénticas tardes carentes de todo respeto a la intimidad y al honor.
Adiós al regocijo del dolor y la miseria humanas, del sexo por el sexo, del escándalo, de la violencia, de la exhibición del cuerpo humano desnudo si ton ni son, especialmente el femenino.
Adiós a tratar de manera fútil temas de máxima seriedad como la prostitución o las drogas.
Adiós al disparate y al delirio diarios, a fomentar las refriegas y los alaridos por encima del diálogo.
Adiós a las crónicas chabacanas, barriobajeras, a las entrevistas imposibles a través del interfono y a la crítica necia y sin sentido, a cualquier precio.
Adiós a la manipulación al cubo.
Adiós, pero como decía el filósofo Gustavo Bueno en una entrevista con Jesús Quintero: "Telebasura viene del latín, barredura que no es sino barrer. Además basura, como tal, en cierto modo, somos todos. Ya lo decían los místicos, que los hombres no somos más que cuerpos llenos de basura, que terminamos en la muerte, que es el estercolero completo. Así, el que dice que la basura es inmunda, no es del todo cierto, porque inmundo significa algo que no está en el mundo, y fuera del mundo no hay nada. Entonces, la basura está en el mundo."
Quitan "Aquí hay tomate", pues bueno. No es comparable a cuando acababa la temporada de Friends. Eso sí que daba pena. Pero a la sobremesa de morriña y siesta, tampoco se le puede pedir que programen algo similar a Redes. No es plan. Entretenía y enganchaba y eso, junto al "share", es lo que les importa a los señores de la tele.
Pero es que yo también me he reído algunas noches con "Escenas de matrimonio". Y como muy sabiamente decía el otro día una amiga, Marta: "tampoco hay que tomarse las cosas tan a pecho".
Y es que, mucho me temo, que sin basura no podemos vivir.

domingo, 27 de enero de 2008

Un cuento agrio

En el valle de Elah (2007), de Paul Haggis
Érase una vez, un mocoso llamado David que desafió al descomunal Goliat en el valle de Elah. David derrotó al titán arrojándole una piedra con una honda a la cabeza. Y dicho y hecho: le partió la sesera y lo mandó directo al hoyo. La victoria del débil contra el fuerte. De la hormiguita contra el hombre. Pero eso es la fábula. La vida real es un sempiterno Goliat reventando a David. Algo muy similar vemos al adentrarnos En el valle de Elah.
Reconforta ver que la artificiosidad de Crash ha desaparecido en la última película de Haggis, regalándonos una solidez narrativa exenta de filigranas visuales.
Paul Haggis atrapa en las distancias cortas pero nos guía a trompicones cuando la cámara busca el plano general y la mirada global de la historia. En este sentido, lo interesante del film es la crítica a la actuación del ejército americano en Irak, no desde posiciones antiyanquis sino desde la mentalidad conservadora de un ex militar americano que descubre a su patria sepultada, henchida de los cuerpos inertes de sus hijos, y huérfana de toda la parafernalia que procede de la Casa Blanca.
Convincente y demoledor, como la trillada imagen de la bandera patriótica por excelencia transformada aquí en un grito desfigurado de auxilio, de claudicación casi.
Un colosal y desgarrador Tommy Lee Jones, junto a una tibia Charlize Theron y una, tal vez, sobreactuada Susan Sarandon, nos sitúan ante un entramado subterráneo de hechos que resulta bastante más complejo e intenso en lo que esconde, que en aquello que muestra.
Cuando Paul Haggis deje de darnos palmaditas en la espalda para enseñarnos a ser mejores personas, empezará a hacer cine en mayúsculas. De momento, va por muy buen camino.

sábado, 26 de enero de 2008

Restos

Lo que había
Un fundido a negro.
Un hueco en el lado de tu cama, que mi vida ya no era mía, que no volvería a serlo. Dos teléfonos que odiaba, su ring, vibración pretérita de un ahogo constante. La estela que tus dedos dejaban en mi espalda, mientras dormía. La distancia entre tus brazos y mis hombros, el pocito perfecto entre mis clavículas, la ceniza, el humo, tus cigarros. El cajón siempre listo, por si la marea subía y las maletas viajeras. La piel radiante, es lo que tienen las lágrimas.

Pies de lolita

Ahí andarán mis diminutos pies (foto realizada con una Cannon IXUS 800)
No soy una adicta a las compras. De hecho, suelo probarme una prenda cinco veces antes de quedármela. Siempre pienso que, tal vez en otro sitio, me espera algo mejor. La duda eterna. Pero siempre hay flechazos: vi estas bailarinas y no pude resistirme: c'est la vie, c'est l'amour!

martes, 22 de enero de 2008

La de las coletas y los polines

Yo, antes, con los brazos en jarra.
Todavía recuerdo el ruido que hacían los dos clips que llevaba siempre a conjunto con esas coletas, larguísimas, despeinadas, volteadas siempre. Y las sandalias, mis preferidas durante todo ese verano que pasé en Rubielos de Mora, el pueblo de la yaya y en Olot, el del yayo. Y ese conjunto de pantalón y camiseta de tirantes, como de un raso que se electrizaba en contacto con mi pelo: lo tenía en mil colores distintos. Era el uniforme de los días de sol y playa, de bucear en la orilla bajo la atenta y paciente mirada del mejor yayo del mundo, de las rodillas peladas y con costras, de la bici siempre, de los patines de cuatro ruedas, de los juegos a las "gomas", de la Botilde del "Un, dos, tres...", de jugar a matar con la pelota roja y negra, del sidral, de los petazetas, de los chicles Cheiw, de los polines para congelar en casa, los tebeos de Zipi y Zape, de Mortadelo, los libros de Puk, el arroz a la cubana (sólo) con tomate Solís, los yogures Yoplait de macedonia, el flan Royal con mucho caramelo en el fondo, la feria y montarme en las sillas voladoras moviendo los pies con furia sonriente, los ganchitos que manchaban de naranja...
Me miro. Cojo carrerilla, soplo.
Todas las velas apagadas: ya van 31.
Sonrío. Y sonríen.

jueves, 17 de enero de 2008

Ejercicio cardiovascular

Rutas
No me obligues a soñar, la magia no existe. Te lo dije.
Escalones. El primero, creado a imagen y semejanza de un titán, embaucador sin flauta, sin niños, parece insalvable, pero cuando recuperas el suelo llano, observas que era algo circunstancial, cuestión de perspectiva, de tener valor, de recordar cómo se hace.
Número dos. Un edredón sin funda, un armario blanco, pomos que no cierran, la canción que no para, pies fríos, la noche siempre, yogures de coco, un mantel y pan con tomate. Andas a oscuras, casi hacia dentro te susurro: tus caderas.
Ya voy por el tercero, sigo, subiendo, serpenteándote, volviendo a sentir la ligereza que da la libertad, la confianza. Dejo correr las manos por la pared de esta torre, sin miedo a estar en penumbra. Todo se empapa y vuelve esa maravillosa aspereza de lo real. Y no asusta, porque arriba todo es azul.
El cuarto... el aire que huye, me ahogas, me paro, me suelto. Miro hacia arriba. Me rompo, me caigo. Ya.

martes, 15 de enero de 2008

Girarse, mirar y seguir andando

Surcos, vida.
"...Los sitios que hemos conocido no pertenecen tampoco a ese mundo del espacio donde lo situamos para mayor facilidad. Y no eran más que una delgada capa, entre otras muchas, de las impresiones que formaban nuestra vida de entonces; el recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante, y las casas, los caminos, los paseos, desgraciadamente son tan fugitivos como los años. "
Marcel Proust, Por el Camino de Swan (1919)

lunes, 14 de enero de 2008

Colores

Arrugas y sábanas
La vida calla. Y no habla. Por eso están los colores. El azul, asomarme a tu piel, poner el oído en tu mitad y escuchar el torrente de tu corazón con una potencia que jamás había encontrado. Entre el blanco y el negro hay trescientos cincuenta y siete tonos de mí. Y luego está el rojo.
Coqueta ciudad de rojo, vertebrada en incógnitas. Sentirme inválida, incapaz, con las manos acribilladas, intentando parar el derrame de tu alma de mercurio, hendida hacia dentro, buscando caminos...
Las esquinas palidecen y me lleno la voz de balizas, pospongo los juicios, anteponiendo sigilo a lucidez. Pero siempre queda esa pizca helada de miedo recorriendo la espalda y los kilómetros de incertidumbre que separan cada silencio.
Tanteo las posibilidades que cada uno tiene de llegar a su sitio, ese lugar que se nos resiste, que nunca llega o no se llega en el momento adecuado. Y la cifra resultante es un pozo de ausencias, de retrasos.
Porque la vida no habla. Y en esas cuestiones, ni siquiera los colores tienen autoridad.

sábado, 12 de enero de 2008

Cómo seré yo cuando no sea yo...

Mark Rothko, No. 9 (Dark over light Earth/violet and yellow in Rose), 1954
Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde pongo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza. Ángel Gónzalez , La vida en juego

miércoles, 9 de enero de 2008

Ojos verdes, verdes como la albahaca

Nueva mata de pelo en casa
He pasado a formar parte de la estadística que muestra a gran parte de los catalanes atacados por el virus de la gripe. La mía viene acompañada de una tos perruna que asusta, unas secreciones por la nariz de un color indescriptible -os evito los detalles escabrosos-, las fosas nasales obturadas -lo que me obliga a dormir con la boca abierta: nada sexy, soy consciente- y una nariz propia de un ruso en plena tundra siberiana: roja y pelada. Todo ello sazonado con fiebres nocturnas que hacen que me levante cual sirena salida de una playa tropical. Concluyendo: que desde el lunes por la tarde estoy hibernando en casa.
Pero no todo son penas en esta eterna cuesta de enero... Desde el lunes tengo una nueva inquilina en casa. Esa señorita de tremendos ojos que podéis observar en la foto adjunta. Se la encontró Noelia, compañera y amiga del trabajo, el lunes, abandonada. Colabora con una protectora de animales. Y ya tiene cuatro gatos suyos, más dos en acogida. Tony, su marido, le dijo que ... siete ya serían multitud. Y me dio pena. Mucha. Allí, me miraba con esos ojazos, se hacía una bolita, se dejaba acariciar mansamente, levantaba las patitas para jugar... Me engatusó. La vio el veterinario y está sana, perfecta. La tengo acogida, hasta que le encuentren una familia. Guapa, muy guapa. Y elegante. ¡Qué andares tiene!
El primer encuentro con la Luna fue espectacular. La gata bufando y mi perra en posición de ataque, mirando fíjamente a su contricante y con la patita izquierda delantera medio levantada. De eso hace apenas dos días. Miradlas ahora. Sin palabras.
Pero aun no tiene nombre. ¿Qué tal Lisa, en honor a Lisa Simpson? Nunca he tenido un gato.
Es difícil bautizarla. Se aceptan todo tipo de sugerencias...
Y se hizo la paz

viernes, 4 de enero de 2008

Metamorfosis

Mariposa isabelina de Cazorla, fotografía de José Miguel Nieto Ojeda
Aun recuerdo el nudo que tenía en el estómago la Navidad del 2005 cuando, después de llamarte varias veces, no dabas señales de vida. Algo me decía que las cosas no iban bien. Cuando por fin escuché tu voz y me dijiste que tenías algo que decirme, que habías preferido dejar pasar esas fechas tan señaladas... No hizo falta más. Lo supe, antes de oír la palabra cáncer a través de tu voz telefónica. Cáncer y cáncer de pecho.
Durante unos segundos, mil imágenes por mi cabeza: no podía ser, era una broma, un cruce de líneas me llevaba a una conversación equivocada. Pero no, eras tú, mi "bruixeta", la de los rizos rebeldes, a la que conocí cuando no levantábamos ni un metro del suelo, con la "seño" Mª Carmen de sargento. Tú, diciéndome que la historia (otra historia) volvía a repetirse. Ahora en ti, ocho meses después de enterrar la risa de mi madre.
Me lo expllicabas y mis oídos taponados ante tanto dolor. Tus palabras, lejanas, como un eco que no fuese conmigo. Y yo intentaba sonreírte con mi voz, pero me rompía a cada sílaba. "No pasará nada, todo irá bien, estarás muy controlada, bla, bla, bla...". Y un no me creo nada resonante en mi estómago. Recuerdo que colgué y tenía tantas ganas de llorar, que ni siquiera pude hacerlo. El pánico a perderte, a seguir perdiendo, me duró unos días, los justos, hasta sobreponerme. Porque todo acababa de empezar.
Cada día que subía las tortuosas escaleras a tu casa, que comíamos, que charlábamos, las dos, tu madre, Zita y Tango, Gus, eran una alegría brutal. El camino de vuelta, empañado. Era como un grifo que gotea, tapado con cinta aislante, se la quitas y el agua sale a borbollones. Pero la inundación merecía la pena: verte, tu media sonrisa (suficiente), nuestras bromas macabras entorno al tema (¡qué sino!), tus esfuerzos por seguir adelante, hundirte y levantarte, cansadísima pero arriba, desplomada, también, el apoyo eterno de Gus, ver llorar a tu madre sin que tú estuvieras y llorar con ella, celebrar el nacimiento de la primera pestaña mejor que el Gordo de Navidad, hacer jolgorio por el ahorro de tanta depilación absurda, buscar gorros, observar unas uñas mutantes y doloridas, subir y bajar de peso como una noria, hincharte, deshincharte, pero tú siempre, quererte cada día un poco más (yo, tú, los que importan), la valentía de cruzar medio mundo para ir a otro junto al amor de tu vida un mes de vacaciones, soportar un elemento extraño dentro de ti que, a la vez te proporcionaba esa parte de vida que te faltaba, la jarana al abandonarlo...
Volver a ser mariposa, como decías hace unos días.
Y chillar, desgañitarte, aullar. Y abrir las alas.