Iconografía

miércoles, 27 de febrero de 2008

Los Cuenta Cuentos

Así, como profundamente rancio.
¿Por qué se flagela con la cruz, la banda y el idílico paisaje de fondo? ¿Está preocupada por su nieta, protagonista gozosa de aquel famoso cuento televisivo ideado por un señor que miraba siempre de reojo?
Va con desventaja, todo apunta a que nadie le habló de la "España cañí".
Ni de las perlas: o de verdad o sin ellas.

lunes, 25 de febrero de 2008

Inacabable

This Mess We're In, PJ Harvey y Thom Yorke
Stories from the City, Stories from the Sea (2000)
El verano del 2001 huele a esta banda sonora. Siempre se oía algo: en la playa, en mi viejo coche, en los hoteles sin nombre, en los bares de Gràcia y en aquel otro: rojo y pequeño como un dedal, en las cintas perfectamente ordenadas de casete...
Hay épocas mudas, esa fue tumultuosa, de estruendos, desniveles a pie, entusiasmo, somnolencia... y topetazos, también.
Hace apenas unos días volví a escuchar el CD. Iba sola, conduciendo, solazada y alegre. Y volví a derretirme, así como entonces, pero más. Por todo lo que sé, por lo perdido, por lo ganado. Por lo que todavía desconozco. Por las chiribitas que vuelven a callejear por mis ojos.

Yo bostezo, tú bostezas, él bosteza...

Un aaaaahhhh eterno
¿Quién dijo que los guionistas "hollywoodienses" ya no están en huelga? Sólo hay que echar un repaso a la gala de los Oscar 2008.
Ni Bardem se salva de la quema: ¡qué poca originalidad en el discurso de agradecimiento!
Jon Stewartt: ¿quién tuvo la brillante idea de rescatar a este dechado de alegría después de dos años de grata ausencia?
Esto ya no es lo que era. Hace años. Ya no merece la pena llegar grogui al trabajo tras horas de pijama y coca colas.
Qué será de nosotros, hijos -muchos- del baby boom...

domingo, 24 de febrero de 2008

Vuelo low cost y a París

La web de la tienda Colette, en Paris.
Allá por los noventa, cuando estaba de moda perfilarse los labios de un marrón oscuro demencial y rellenarlos de rosa perlado, fui a París. Viaje de instituto, olvidable ahora, divertido entonces, supongo. Desde entonces, no he tenido la suerte de volver. Cuando lo haga, una de las paradas obligadas, a parte de la ruina que supondrá la visita a todos y cada uno de sus museos, será la de la tienda Colette, en el 213 de la rue Saint-Honoré. Monumento de cuatro plantas, catálogo vivo y cambiante de las últimas tendencias: "the next next next thing". Los CDs recopilatorios, dicen los entendidos, son de lo más proféticos. El siguiente alto en el camino será en la tienda Vintage Vertiges, sita en el 85 de la rue Saint-Martin. Un ave rapaz me ha informado de las joyas que uno puede encontrar por lo que aquí invertiríamos en un camiseta multiplicada -hoy la llevas tú, mañana media España- de Blanco. Y que conste, que los "vintage" de Riera Baixa en Barcelona, son más que dignos, de hecho, hay dos reposando en mis perchas.

Con paraguas

Barcelona. Y el puerto.
Le sobrevive,
le sobrevive a todo
la frialdad.

domingo, 17 de febrero de 2008

Laberintos, añicos y arena

Pasillo, rojo y gris.
Hablaron por teléfono mientras él caminaba por una calle llena de extraños. Ella, conduciendo de regreso a casa, en ráfagas lánguidas, como pequeñas oleadas venidas de allá. Él, sin explicar su mutismo, ella, escarbando en su ausencia. Palomas grises en una jaula sin barrotes, deteniéndose en su reflejo, esperando, oyendo promesas huecas.
Conversaron mientras ella dibujaba con el perfil de sus manos el asiento vacío, hogar de tantos gemidos hoy ahogados. Incapaces ambos de traspasar la barrera de vocales fronterizas, de consonantes parapetadas. Con los puntos de destino esfumados y la pintura punzante en el aire. Charlaron con un pasado precipitado por el tiempo, disipado en el frío, oculto en lo más cercano, arrojado.
Pero en realidad, ya ni se oían.

Premios desafío

Desafiando a las rodillas
Hace unas semanas recibí, de manos de la encantadora Alejo Dissenys, una nominación. Consiste en contestar una serie de preguntas, y luego, nominar tú a otra serie de personas que desees. Al final, te dan un premio, virtual y bloguero. Puede ser divertido. Ahí van mis respuestas: - lo que te choca: la vanidad, la envidia, el odio - lo que te eriza: la sinceridad que sale de dentro, los abrazos sin más, las sonrisas reales - lo que te excita: luchar por las metas que quiero lograr por diminutas que sean - lo que te suelta: una cena con una conversación interesante, bailar en plan sexy, el mar, andar encima de unos buenos tacones - lo que te hace reír: mi perrita Luna y la gatita loca, la peque Mar, Friends, mi yayo Pau ... - lo que te hace llorar: la soledad no querida, el maltrato, las vejaciones a cualquiera - lo que te da nauseas: las ofensas gratuitas, la arrogancia, la necedad - lo que te falta para ser feliz: vivir en un sitio con piscina y terraza. ¡Nunca he tenido ni un mísero balconcito! :-D - lo que te trae infelicidad: hacer sufrir a los míos, las injustcias - lo que te lastima: hablar por hablar, los privilegios absurdos - lo que deseas: ser un poquito feliz, tan sólo eso - lo que temes: la enfermedad, el dolor - lo que no quieres perder: mis amigos, la gente a la que quiero/que me quiere, mi parcela de independencia - lo que quieres alcanzar: todo aquello que me proponga - la fecha que odias: el 19 de abril del 2005, el día en que falleció mi madre - una festividad que adoras: ninguna en especial y muchas en particular - una mentira que hayas dicho: unas cuántas, seguramente, diminutas y piadosas, también. - una nostalgia: la inocente y pura felicidad de la infancia Y mis nominados para ser el próximo winner son:
jc77 (Diario de un hombre perplejo)
qae (El cuaderno rallado)
Diego (¿El burócrata o la salteña?)
Montse (Sita's Place)
Raúl (interpreta-sones)

Crónica de una degeneración

There Will Be Blood, de Paul Thomas Anderson, 2007
Sangrante, caníbal, titánica, distinta. Tal vez el resultado global adolezca de cierta autocomplacencia, que casi nunca es buena, queriendo llegar a tantos sitios que, en ocasiones, llega a rozar el hastío. ¿Demasiado pretenciosa en algunos pasajes? ¿Excesivo empeño en mostrar una tiranía patológica en todo momento? Seguramente. Y es que aquí pasa lo mismo que ocurría en Magnolia (1999): conducir a los personajes a situaciones tan desorbitadas provoca, a veces, resultados forzados. Pero es innegable que estamos ante un retrato aplastante y espléndido de la ambición humana: un Daniel Day-Lewis soberbio, demencial, terrorífico en el nivel de otros montruos de antaño como Bette Davis en La Loba (1941).
Una vertiginosa caída a la más profunda degeneración del ser humano, un enfermo de ambición. O como asumir la mezquindad sin redención. Un individuo compuesto exclusivamente de carne, hueso y codicia, con corazón de pergamino: al final, un potentado miserable.
Es de agradecer el intento de Paul Thomas Anderson de mantener una narrativa al estilo clásico, épico, sin caer en la tentación de recrearse en planos majestuosos ni frases para la posteridad. La excelente y silenciosa fotografía ayudan a ello. Sin olvidar una banda sonora que sorprende, que huele a la locura y visceralidad propias de la idiosincrasia de la película. Jonny Greenwood, guitarrista de "Radiohead", la borda.
El film del director de Boogie Nigths (1997), nos sitúa ante una profunda herida abierta que crece como las malas hierbas, sin llegar a cicatrizar, que tampoco acabará en muerte.
Soberbia representación de la agonía moral, extrapolable a la actualidad. Y eso, sí que da miedo.

sábado, 16 de febrero de 2008

La familia perfecta

Padre de familia, la serie.
Es que la he estado viendo hace un rato y me parece tan buena, ¡tanto...! Onitsuka fue mi guía particular, me la descubrió. Buenísima, a la par de Futurama, los Simpsons o los ingentes de South Park. Y si uno tiene un día de esos atezados de nubarrones, palabrita, que se evaporan. Al menos durante un rato, que no es poco.

martes, 12 de febrero de 2008

Consumir preferentemente antes de...

De espaldas.
Si sigo así, será como si no hubiera empezado todo esto, aquel día gélido de marzo. Si lo prolongo, inmóvil, bombeando, parecerá que no existo. Si no quebranto esta espera ahora, si no muestro mi presencia, si no trituro el aire con un aullido, será como volver por un atajo, siguiendo pistas caducadas.
Si no lo hago, no habré estado aquí.
Me quedaré agachada, junto a esos ladridos que tiznan el cielo de verde, de verde aceitunado. Antes de saltar, de perder mi cerebro (el negruzco).
Eso sí, antes de todo, necesito que calmen a los perros, sólo será un minuto.
Y el abrazo del mar.

lunes, 11 de febrero de 2008

Las 87 sonrisas del yayo Pau

Él, siempre medio lleno, claro.
El optimista se sentó en la mesa, miró a su alrededor
y se sirvió un poco de lo poco que halló. Le dijeron
que había demasiado nada (en realidad había pocomucho)
pero él devoró su ración sin hacer comentarios,
abrió el periódico, se fumó su café y acabó
de cenar en paz. Pensó: tengo derecho a comer con alegría
lo pocomucho que me gano mientras llega la abundancia.
Sin embargo, seguían hablando de todo lo que
no hay no hay no hay no hay. No hay esto ni lo otro.
Pero el optimista se levantó en silencio
y otra vez recordó aquellos años en que solo comió
lágrimas. No había nadie para decirle no hay sopa o bistec
o tome un pedazo de pan duro para el perro de su hambre,
pero jamás de sus dientes salieron discursos.
Y ahora estaba satisfecho de la cena frugal. El hombre
salió a la calle y echó a andar mientras silbaba.
Las luces eléctricas le recordaron el porvenir.
Filosofía del optimista, Fayad Jamís

sábado, 9 de febrero de 2008

Tal vez, parecido a Holden Caufield

Alicia en las ciudades (1974), de Wim Wenders
Leo en la edición digital de El País, que Polaroid va a dejar de fabricar el cartucho de sus cámaras instantáneas: la era digital arrasa, incluso con una cámara que se mantuvo, durante décadas, como auténtico objeto de culto. Y he recordado la película de uno de mis directores joya (el de entonces, no el de ahora): Wim Wenders y sus viajes reveladores: Alicia en las ciudades.
El protagonista, un periodista alemán sumido en una etapa de nula inspiración, decide escapar a Estados Unidos con una Polaroid como única herramienta de viaje. Tanto llegará a suponer para él, que llegarán a ofrecerle más por ella que por su destartalado coche. La cobardía y el miedo de mirar a la vida directamente, quedan patentes en su adicción a la Polaroid. Pero después de su regreso a Alemania, deja de hacer fotos y vuelve a su tradicional cuaderno de viaje. La pequeña y deliciosa Alicia tendrá gran parte de culpa en ese cambio de actitud de Phil: aprenderá el valor del afecto, de las personas, de los lazos que unen.
El resto, ya es otra historia que merece la pena descubrir.

Cortar por lo sano

Un nuevo flequillo en casa
No acostumbro a colgar fotos, y no es porque no quiera, sino porque no tengo tiempo de hacerlas, a pesar de que me fascina. Pero hoy es uno de esos días en que era obligado colgar una y hacerlo ya. Porque se trata de instantes. Y mañana ya nada será igual.
Los que me leéis desde el principio, tal vez hayáis visto, hace varios meses, la única foto mía que hay en este blog. Pues la historia es que mi peluquera, la insustituible y genial Sonia, después de nueve años de fiel compañía, me abandona durante unos meses: cuando el invierno esté a punto de huir, nacerá Martita, la "despendolada", que ya la llama su futura madre. Tocaba celebrarlo. Y abandonar la imagen que durante tanto tiempo me ha devuelto el espejo. Ha sido una especie de regresión. Y todo por un cortes estratégicos y un flequillo travieso.
Pues eso, que estoy contenta y me apetecía compartirlo.
A veces, es así de sencillo, fíjate tú.

sábado, 2 de febrero de 2008

Érase una vez...

Silencio
Él estaba nervioso, hoy ha envejecido. Ella, también. Más humedad dentro de ellos que en el aire. Todo olía a humo, a ruido, a hogueras trasnochadas. No se conocían apenas pero incendiaban el aire. Con el tiempo, para ella ya no hubo ciudad alguna tras el opio de su lengua. Alrededor, sólo quedaron calles, palomas deshauciadas, la lluvia por desagües, recuerdos desmadejados.
Cuentan, que a él, después de todo, se le podía ver vagando por los restos del naufragio, rodeado de susurros, ajeno a todo, buscando en sótanos de luz opaca infames arriendos de sábado eterno. Hambriento del brillo verdemar de sus ojos, del contoneo de sus caderas, de su pecho abrigado de oro, preguntándose en silencio cuánto le iba a pesar el día que todo quedase soterrado...
El sabor de lo perdido, los agujeros desgastados, ver un destello que le anunciase su venida.
Él decidió surcar sus cicatrices para no olvidar, abarrotarlas de polvo para evitar las grietas por el esfuerzo, zurcirlas de nuevo cada mañana, abrirse el pecho a mordiscos, llenarse los hombros y caerse de bruces.
Errar, una y otra vez.
Pero escucha, le decían: "no te acostumbres, eso nunca".