Iconografía

martes, 28 de diciembre de 2010

Maraña que te enmarañarás

Como aquella lluvia. Que casi rompe el cristal. Barcelona (noviembre 2009)

Se te ve. Casi ya no crees. Te vuelves como de seda y el verde se larga. Resbala.

Las letras te sobran. Y la curiosidad mató al gato, recuerda.

¡Boba!, que tendrás que lamerte los arañazos tú sola .

lunes, 27 de diciembre de 2010

Cíclico

Bizkaia (abril 2010)

Es sencillo: luego otra vez la primavera. Los pájaros y todo eso. Ah, ¡claro! Saludar al verano, descubrir pecas y aquella terraza ventosa que huele a café. Otoño, la calma . La nieve en las montañas. Nunca me gustó esquiar. Bueno, no aprendí.

El deshielo otra vez y...

La cinta de Moebius.

Tijeras, sólo quiero unas tijeras.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Otros ya lo dijeron

Santa Pau, 18/8/2009, bodas de oro, Pau y Carmen.

Esa flor instantánea

Miedo a perderse ambos,

vivir el uno sin el otro:
miedo a estar alejados
en el viento de la niebla,
en los pasos del día
en la luz del relámpago,
en cualquier parte. Miedo
que les hace abrazarse,
unirse en este aire
que ahora juntos respiran.
Y se buscan y se buscan
esa flor instantánea
que cuando se consigue
se deshace en un soplo
y hay que ir a encontrar otras
en el jardín umbrío.
Miedo; bendito miedo
que propicia el deseo
la agonía y el rapto,
de los que mueren juntos
y resucitan luego.
José Agustín Goytisolo

viernes, 3 de diciembre de 2010

Desmontando el entusiasmo (que no a Harry)

El agua, que se va.

Y entender que, aunque parezca que tengamos, no tenemos nada.

La temporalidad y todo lo demás.

Que ya no están.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Arruguillas, que no arrugas

El yayo Pau y la yaya Carmen (14/10/2010 -Restaurante Txirimiri, BCN)

La veo ágil, tranquila y llena, de regreso, con la bolsa del pan, un saco de magdalenas y la leche El Castillo de la "Juanita"; su piel de entonces, tersa, perfecta, brillante. Él, hundiendo las manos en el bol transparente de las albóndigas, con la camisa arremangada: huevo, el perejil, carne recién picada, el pan rallado. Yo al lado, pequeña aprendiz, con el pelo revuelto en una coleta altísima, la frente despejada, el chándal y el diente travieso, situando meticulosamente cada una de las bolas resultantes en hileras simétricas. Sentirse importante gracias a él, diminuta amasadora. Fines de semana emocionantes. Sesiones de peluquería con rulos colocados al tuntún, peinar sus canas con colonia, partidas de parchís eternas, leche fría con galletas, vueltas al ruedo en bicicleta, castillos de arena con agua de la fuente, toboganes en la plaza de Els Porxos, aprender a coser vistiendo a las muñecas, el delirio por envolver regalos y comprar papeles y etiquetas, los panellets y las bolitas de coco, la retahíla de canelones en Navidad. Divertirse con cualquier cosa.

Entre mis recuerdos y la foto, han pasado más de 25 inviernos. Y ahí siguen. Ese día, de boda. La de mis tios, Jordi y Ana. Y la peque Mar, anillos en ristre. Risueños. Sumando los dos 168 años.

El consuelo, los hombros, la sonrisa siempre.

Y mis gracias. Al cubo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Recompensa

Esta niña tiene mucha razón
Los coscorrones y las coces, aunque no lo parezca, también molan. Porque luego, cuando llega la recompensa por el trabajo bien hecho, uno los recuerda con sonrisilla tímida. La mía, hoy, de par en par, con todos los brackets reluciendo.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Flashforward

Nueva York La Nuit, madrugada, octubre 2009, desde el Empire State.
Hubo un tiempo en que ambos se agazaparon dentro de una cáscara de nuez. Ella sólo asomaba la cabeza para intentar coger aire y despegar otra vez, con él de la mano. Pero pronto lo soltaba. No veía horizonte. Ni azules. Él le ofrecía abrazos. A ella ya no le servían. Él apartó la esperanza. Los besos se mustiaron. Juntos, pero sólo fue quedando silencio.
Tiempo.
Búsqueda, dudas y caos.
Hoy ya lo sabe. Quiere volver a pisar ese asfalto de baldosas enormes: con nieve, más frío todavía que entonces, las medias de repuesto, el abrigo que entonces no se llevó, explicar a otros (más extranjeros todavía que uno mismo) cómo llegar a una estación, los cafés de medio litro, los donuts increíbles, el sushi barato, los perritos en Central Park, el agua de la duchas sin cal...
La ilusión retomada.
No como entonces, ni mejor ni peor. Pensando en el ahora y el adelante.
Y volver a compartir, la vida.

viernes, 20 de agosto de 2010

Cuando la ropa tendida ni se mueve

Ventana. Ropa tendida. Bizkaia. Abril 2010. Canon IXUS 800 IS
"El tiempo pasó. Pero el tiempo se divide en muchas corrientes. Como en un río, hay una corriente central rápida en algunos sectores y lenta, hasta inmóvil, en otros. El tiempo cósmico es igual para todos, pero el tiempo humano difiere en cada persona. El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos; pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo."
Fragmento de Lo bello y lo triste (1965), de Yanusari Kawabata.

lunes, 16 de agosto de 2010

Canícula

Diques. Junio 2009. Canon IXUS 800 IS.
El aire levanta los extremos de abajo. Y los de arriba. La rodea. Lo intenta por el otro lado. Saca un libro. El neceser, una revista. También el espejo. Y la toalla blanca pequeña para secarse la cara cuando sale del agua. El iPod. La botella de agua no (porque se calienta). Nada. No hay manera. Ventolera. La toalla parece un top manta de elementos playeros. Y los granos de arena esparcidos por todo. Se sienta, enfurruñada. Con las piernas en leve ángulo. Como siempre. Entonces empieza a sacudir el desastre, con paciencia. Trozo por trozo. Se van de un lado, pero reaparecen. Por todo. Omnipresentes. Desiste. Se tumba y la arena engoma su piel. Los cascos en sus oídos. Empieza a sonar la música. El sol calienta. Está sola.

viernes, 13 de agosto de 2010

Dejar pasar los días (o no)

El secreto de sus ojos (2009), de Juan José Campanella
«¿Cómo se hace para vivir una vida vacía?
¿Cómo se hace para vivir una vida llena de nada?».

domingo, 11 de julio de 2010

De valerosos

Morning Sun, de Edward Hopper
George Méliès sacude la cabeza mientras se alisa el bigote. Busca las palabras como un cirujano elegiría los instrumentos.
- Si tienes miedo de hacerte daño, aumentas las probabilidades de que eso mismo suceda. Fíjate en los funambulistas, ¿crees que piensan en que tal vez caerán cuando caminan cuidadosamente por la cuerda? No, ellos aceptan ese riesgo y disfrutan del placer que les proporciona desafiar el peligro. Si te pasas la vida procurando no romperte nada, te aburrirás terriblemente... ¡No conozco nada más divertido que la imprudencia! ¡Mírate! ¡Digo "imprudencia" y se te encienden los ojos! ¡Ja, ja, ja! [...]
La mecánica del corazón, de Mathias Malzieu.

domingo, 4 de julio de 2010

El optimismo

Brooklyn Bridge, octubre 2009, Nueva York.
Peldaños, escaleras y escalinatas, surcos, hoyos, grietas, pozos y zanjas, tapias, paredones o vallas, puentes colgantes o viaductos. Bah. Un esquive de soslayo, lo suficientemente ágil como para dejar atrás esa sarta de pelmas. Y a patear las calles.

domingo, 27 de junio de 2010

... apreciación

Magnolia, de Paul Thomas Anderson (1999)
No importa lo que esperas ni lo que te mereces, sino lo que consigues.

miércoles, 9 de junio de 2010

Estallido

Una flor de nieve
Aquellos pies se habían acostumbrado a dar zancadas amplias. Así, salir de los hoyos estaba chupado. Muchos días eran como aquellos. O como los otros. Ni agradables ni latosos. Diferentes, pero idénticos. Se empapaba bajo la lluvia, tenía la nariz helada o sudaba nada más salir de la ducha. No era feliz, pero tampoco una persona de temperamento taciturno. Sólo que nada le conmovía como antes. No era resignación, más bien un singular autoconvencimiento de que todo había ocurrido ya. Pero los giros fortuitos son como las flores de nieve. Plas! A dos mil metros, golpetazo y aparecen. De repente, todo estalla. El pulso vuelve a rozar los cien, los colores a multiplicarse.
El universo vuelve a ser extraordinario.
Ya lo disfruta.

lunes, 7 de junio de 2010

Rompiendo muros (con un par de narices)

Johnny Guitar o Hayden y la Crawford (1954)
Johnny: ¿A cuántos hombres has amado?
Vienna: A tantos como mujeres tú has olvidado.
Johnny: ¡No te vayas!
Vienna: No me he movido.
Johnny: Dime algo agradable.
Vienna: Claro. ¿Qué quieres que te diga?
Johnny: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
Vienna: Te he esperado todos estos años.
Johnny: Dime que habrías muerto si yo no hubiese vuelto.
Vienna: Habría muerto si tú no hubieses vuelto.
Johnny: Dime que aún me quieres como yo te quiero.
Vienna: Aún te quiero como tú me quieres.
Johnny: Gracias (bebe).Muchas gracias.

domingo, 6 de junio de 2010

Lo que se ve (y lo que no)

Caminos
Al observarle, uno no sabe muy bien si avanza o si desanda los pasos. Como equipaje, pocas veces se desprende de una especie de mampara inquebrantable. Parece que ni a martillazos se lograría romperla. De aspecto frío, casi rozando lo gélido. Impasible. Averiguar qué arquitectura conforma su formidable mente, es tarea titánica. Un reto salvaje. No revela afectos, ni ajenos ni propios. Como si no tuviera latidos y su corazón no bombease al ritmo habitual. Hay que ser paciente para digerirlo. Al principio puede ocasionar inquietud, pero uno pronto comprende que es inútil luchar contra titanes. Unirse al enemigo. Quererlo sin reparos. Lo cual no implica resignación. Él no entiende de conformismos. Más bien se trata de rastrear huecos que tal vez nadie antes se haya molestado en rescatar. Y descubrir prodigios. Tal vez todo sea por estar acostumbrado en exceso a gobernar el timón.
Pero... corazón coraza, que dijo el maestro.
Destrozar las rocas, cultivar la arena, llegar hasta el mar.

martes, 4 de mayo de 2010

Hoy, cincuenta (más siete)

Reserva de Urdaibai - Entre las playas de Laida y Laga
No quiero decirte nada, porque cada día te lo digo. Sólo acurrucarte y soplar las 57 velas juntas. Y ver cómo aparecen surcos de alegría en las esquinas de tus ojos.
Y abrazarte, abrazarte mucho.

domingo, 18 de abril de 2010

Hartarnos de txangurro

Puerto de Lekeitio (Bizkaia) - Abril 2010
Lo pensé en Lekeitio, mientras Carles se ponía las botas con una merluza rellena de txangurro. Viajes de ambas, pocos, contados. Ahora me vuelvo, lo pienso y (casi) me alegro. Porque entonces, cuando éramos tres, nada era azul, ni azulado ni azulete, más bien carmesí, corinto, grana, como esos pintalabios que me fascinan pero siempre acaban impolutos en mi neceser. Mejor no viajar con la pena a cuestas. Lastres, los justos. Recuerdo vuestras charlas sobre unas hipotéticas vacaciones. Al final, como cada año, agosto era la casa destartalada de Calaceite. Y tú, mustia. Mientras, la niña con coleta de las mil pecas, sonreía cada mañana en la arena de la Barceloneta, en la Plaza Real los domingos, en las meriendas del zoo, en las calles de Gràcia... al abrigo del yayo Pau. Te quedó Mallorca. Tan de las pelis de Ozores... ¡pero era tu ilusión! Jamás brazeaste en ella, pero yo tuve todo lo que quería. Y más. Entonces, nunca pude regalarte ese avión. Hoy, a un día de cumplirse cinco años sin ti, daría la mitad de mi vida por decidir qué bikinis metemos en la maleta. La otra mitad, por reírnos juntas en la isla que siempre imaginaste.
Y hartarnos de txangurro. Pero ese, ya sería otro viaje.

domingo, 7 de febrero de 2010

Desde la ventana (de los dos)

Marrones, invierno, sol. Un encuadre, dos vidas.
Acostumbra a iluminar los momentos más vulgares del día. Pero ni lo intuye. De talante apacible, remolón y con un apego infinito a dormitar en cualquier sitio que le permita una posición horizontal. Si fuera un animal, sería un perro. Ella, un gata vivaracha. Tiene unos párpados que ya quisieran para sí los mejores dibujantes de personajes "manga": suaves, vastos, cónvacos, como si escondieran abismales secretos. Él piensa que sus ojos no hablan, por lo común de su tonalidad. Es lógico: no está al otro lado para cotejar lo que suscitan. Pero resplandecen en un santiamén y, con ellos, todo él. Las motivaciones, inagotables: en un abrazo de cíclope, zampando chucherías y palomitas a la par en el cine, sabiéndose invulnerable en la cancha, tumbado en el sofá mutilado con ella en sus huecos, entre sofritos varios, viéndola desaparecer por el pasillo en pijama, disfrutarla recién levantada (y su olor, dice); cuando logra desenredar un aplicativo de los suyos, ganándole a la PS3, con las galopadas de todas las peludas que corretean por casa, imaginándose padrazo de un ser diminuto, ideando rutas que algún día ambos surcarán, otras casas, el mar de los dos y la nieve de él; ver alegres a sus padres, recordar con sonrisa gigante la guerra de almohadas con sus hermanos, cotillear de fútbol con el yayo de ella; sus amigos: los mismos de cuando todos eran unos retacos, descubrir personas ajenas que ahora forman parte de su vida como Mar, los colegas del básket, los compañeros que ha ido dejando en algunos trabajos y los que desconoce todavía, pero aparecerán.
Y todo lo demás.
Es lo prodigioso de su alma: lo sencillo que es hacerle feliz.
Y que él haga lo recíproco en un plis-plas.
Y que a veces se me olvide agradecérselo.

sábado, 30 de enero de 2010

Escena de guión: unos hoyos en el armario

Perchas, vacías.
De repente, se sienta en el borde de la cama y observa que no tiene suficientes perchas para colgar toda la ropa que ha ido comprando en las últimas semanas. Complacida por la nueva hilera de prendas que relumbran dentro del armario, no puede evitar cierto volteo en su corazón. Es un tris, pero no puede dejar de mirar el lado izquierdo del ropero. Se levanta, columpiada por la luz apagada que entra por la ventana. Abre el otro lado, todo repleto: corbatas de colores, camisetas en todas sus versiones, tejanos gastados en los bajos, camisas arrugadas, sudaderas con capucha. Su mirada verdinegra rebusca, casi sin pestañear, los pantalanones con goma en la cintura, las elegantes faldas a la rodilla, los pañuelos risueños, los abrigos chiquitos, los zapatos dominutos, las batas de estar por casa, los camisones sin mangas, los vestidos de boda. No hay nada de eso. Pero tampoco hay eco. Intenta serenarse mientras cierra la puerta, como cicatriz que se cura, aunque quede una señal. Avanza de nuevo hacia la ventana y sube la persiana hasta su límite. Apura los últimos minutos de claridad que le concede el día. Se oye la llave de alguien que entra en casa. Ella sonríe.

sábado, 23 de enero de 2010

Repita treinta y tres, dijo el doctor

Nunca pensé que llegar a esta edad me parecería tan poco. Es por comparar situaciones. Recuerdo el día en que mi madre cumplió los treinta tres. Era un día normal, de los de subir al colegio a las tres menos cuarto, con un "donete" en la mano (si tocaba, porque sólo había uno de premio a la semana) y equipada con mi súper chándal gris afelpado: día de saltar al potro y de engorrinarse por los suelos. Ese 4 de mayo alguien le dijo a mi madre, mientras comíamos sentados en una cocina que ya no es la de ahora, "ya tienes la edad de Cristo". Esa frase, ese momento de cotidianeidad absoluta, siempre ha tamborileado en mi cabeza. Entonces, a mis 9 años, ese número, el 33, era algo descomunal para mi diminuta vida. Tocarlo con los dedos, primero un tres y luego otro, se me antojaba algo casi inalcanzable. Era como si tuviera que vivir interminables aventuras hasta que mi pastel acojería todo ese número de velas. Qué grande me parecía mi pequeña madre ese día de mayo... Y aquí estoy hoy, 24 años después, envuelta por treinta y tres puntos de luz. Qué acrobáticos pasan los días.

viernes, 8 de enero de 2010

Pues tocará rejuntar, con verde, gris, amarillo...?

Breakfast at Tiffany's, 1961, de Blake Edwards.
—¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo? —¿Color rojo?, querrá decir negro.
—No, se puede tener un dia negro porque una se engorda o porque ha llovido demasiado, estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué.