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jueves, 25 de noviembre de 2010

Arruguillas, que no arrugas

El yayo Pau y la yaya Carmen (14/10/2010 -Restaurante Txirimiri, BCN)

La veo ágil, tranquila y llena, de regreso, con la bolsa del pan, un saco de magdalenas y la leche El Castillo de la "Juanita"; su piel de entonces, tersa, perfecta, brillante. Él, hundiendo las manos en el bol transparente de las albóndigas, con la camisa arremangada: huevo, el perejil, carne recién picada, el pan rallado. Yo al lado, pequeña aprendiz, con el pelo revuelto en una coleta altísima, la frente despejada, el chándal y el diente travieso, situando meticulosamente cada una de las bolas resultantes en hileras simétricas. Sentirse importante gracias a él, diminuta amasadora. Fines de semana emocionantes. Sesiones de peluquería con rulos colocados al tuntún, peinar sus canas con colonia, partidas de parchís eternas, leche fría con galletas, vueltas al ruedo en bicicleta, castillos de arena con agua de la fuente, toboganes en la plaza de Els Porxos, aprender a coser vistiendo a las muñecas, el delirio por envolver regalos y comprar papeles y etiquetas, los panellets y las bolitas de coco, la retahíla de canelones en Navidad. Divertirse con cualquier cosa.

Entre mis recuerdos y la foto, han pasado más de 25 inviernos. Y ahí siguen. Ese día, de boda. La de mis tios, Jordi y Ana. Y la peque Mar, anillos en ristre. Risueños. Sumando los dos 168 años.

El consuelo, los hombros, la sonrisa siempre.

Y mis gracias. Al cubo.