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domingo, 18 de abril de 2010

Hartarnos de txangurro

Puerto de Lekeitio (Bizkaia) - Abril 2010
Lo pensé en Lekeitio, mientras Carles se ponía las botas con una merluza rellena de txangurro. Viajes de ambas, pocos, contados. Ahora me vuelvo, lo pienso y (casi) me alegro. Porque entonces, cuando éramos tres, nada era azul, ni azulado ni azulete, más bien carmesí, corinto, grana, como esos pintalabios que me fascinan pero siempre acaban impolutos en mi neceser. Mejor no viajar con la pena a cuestas. Lastres, los justos. Recuerdo vuestras charlas sobre unas hipotéticas vacaciones. Al final, como cada año, agosto era la casa destartalada de Calaceite. Y tú, mustia. Mientras, la niña con coleta de las mil pecas, sonreía cada mañana en la arena de la Barceloneta, en la Plaza Real los domingos, en las meriendas del zoo, en las calles de Gràcia... al abrigo del yayo Pau. Te quedó Mallorca. Tan de las pelis de Ozores... ¡pero era tu ilusión! Jamás brazeaste en ella, pero yo tuve todo lo que quería. Y más. Entonces, nunca pude regalarte ese avión. Hoy, a un día de cumplirse cinco años sin ti, daría la mitad de mi vida por decidir qué bikinis metemos en la maleta. La otra mitad, por reírnos juntas en la isla que siempre imaginaste.
Y hartarnos de txangurro. Pero ese, ya sería otro viaje.