No encontrarlas. Verlas ahí, delante, irreverentes; no atianar a unirlas con sentido. La punzada otra vez. Y la pizca de agua que desciende. Los ojos verdes.
Chasco.
No encontrarlas. Verlas ahí, delante, irreverentes; no atianar a unirlas con sentido. La punzada otra vez. Y la pizca de agua que desciende. Los ojos verdes.
Chasco.
He subido la persiana y había niebla. Dos horas después, el sol le saca la lengua. Las gotas en los coches, como cercos, secas.
Me pido ese brío para mí también, como post-regalo de Reyes.