Iconografía

martes, 24 de noviembre de 2009

Estatismo: 1. m. Inmovilidad de lo estático.

Fotografía de María Zarazúa - La espera.

Antes yo no sabía
por qué debemos todos
-día tras día-

seguir siempre adelante
hasta como se dice
que el cuerpo aguante.

Ahora lo sé.
Si te vienes conmigo
te lo diré.

José Agustín Goytisolo (Poema Secreto)

domingo, 15 de noviembre de 2009

Érase una vez una hada...

Mar, la hacedora de milagros, y yo, el día de la boda.
La nariz más chata del mundo, fue la primera persona (junto a otra, pero eso hoy no cuenta) que supo que ya teníamos fecha para pegarnos unos bailoteos, risas a quilos y unos pocos sollozos (los justos, pero necesarios) el día 26 de septiembre, a la 13:00 del mediodía. Y desde día pasamos a ser tres en una boda de dos. La hacedora de milagros fue mi madre, mi padre y todos los que ya no están, aunque como es bajita y todo lo oye un poco más tarde que los talludos, tal vez aun no lo sepa. Dicen aquellos que la quieren bien, que cuando la alegría le desborda se transforma en "chinita". Tanto le sonríe la mirada que no atina ni a parpadear. Eso, y que al unísono le lagrimean los ojos. Pero ahí no acaba el prodigio: sus pestañas, delicadas, y húmedas, se amontonan en grupos chiquitos que parecen querer abrazarla. Y entonces se despierta, rehecha de nuevo. El sol de primavera arrulla nuestras cabezas en la terraza de la panadería de siempre. Mientras, ella anota todos los deberes de los siguientes meses en su libreta. La hacedora de milagros, tan radiante como la novia. Hoy toca ruta de pendientes, qué feos, qué horteras ,¿por qué todo lo que vemos es de color dorado y con perlas...? Yo los quiero largos, que dancen conmigo. Ella paciente, espectadora, serena siempre. ¿La semana que viene iremos a chafardear los vestidos? Me los enseñan con guipur, repletos de lentejuelas y con vuelo de princesa. No, no, que el mío quiero que sea lánguido, que revolotee al andar, como lo llevaría Atenea. El jueves me he pedido el día libre, nos atiborraremos de zapatos, ¡tú tranquila! Y los míos fueron uno de sus incontables regalos. ¿Encontraremos algo para mi pelo volátil? Su sonrisa por respuesta y el tocado perfecto en la bolsa. Y tiro porque me toca. Así, hasta el infinito. Sin tregua, a mi lado, por lo que pudiera pasar. Contando los días que restaban y entrando en pánico cada dos por tres, a carcajada limpia, eso también. Me ha regalado cestos de lágrimas contentas, feliz ella por saberme a mí radiante al haber encontrado a una persona íntegra, honesta, sensible y, en definitiva, única, como es Carles. Lo ratifica el hecho que ella y sus padres, Ana y Mariano, han sido, en muchas ocasiones, más familia que algunos miembros de la mía propia. Por todo lo anterior y por los mil cuentos que nos quedan por vivir, desde este humilde cajón de sastre, le quiero dar las gracias, una y otra vez, hasta que se me duerman las manos. Es mi manera de abrazarla, fuerte, fortísimo, hasta romperla casi, porque no soy muy tocona y a veces creo que no la achucho todo lo que debiera.
Mi te quiero a la antigua, por carta.
Mar, mi hacedora de milagros.