Iconografía

viernes, 16 de enero de 2009

Raspar el entonces: cuento brevísimo

Los ladrillos, agujeros, los recuerdos
Hubo una vez un septiembre caluroso. Decidió borrarla, sin más. Pero no quería deshacerse de todas sus líneas de golpe, tal vez por eso, al principio, se limitaba a manejarla a su antojo; pepona entre sus zarpas, así la quería. Sólo era cuestión de tiempo. Digamos que le incomodaba todo aquello que ella hubiese podido conjugar antes de tropezarse con él. Si evaporo a la que era, no habrá antes, todo será ahora y un después sólo nuestro. Le desbarató toboganes de negativos, manantiales de tinta secreta, toneladas de voz. Durante, ella, monigote dolorido, trapecista acojonada. Cuentan que él reverdecía en cada agravio. Paciente, la mujer capeaba. Hasta que fue invisible, se clareaba casi. Es lo que ocurre cuando el corazón se cuaja. Desapareces.
Hoy, dicen, piruetea alegre de nuevo.
Alguien avivó otra vez su latido. Y ya no se atranca.