Holograma

Robert Frank, Sin título

A veces es cuestión de segundos. Un cartel de Pilas Panacell, indicativo sin remedio de que de nuevo iba en tu búsqueda. ¿Cuántas veces habré pasado por delante? ¿Seiscientas, setecientas veces? Y cada una ellas con alguna de mis infinitas caras: extasiada, vencida, plena, abandonada, exultante, acobardada, feliz, herida, enamorada, humillada, protegida, engañada, amada, derrotada, radiante, vejada, fascinada, aterrada...

Hoy sólo tengo una, más vieja y más cansada como diría Ismael, que engobla a todas las demás, pero carente de la angustia por complacerte a diario. Harto complicado volver a verme, reflejo inequívoco de lo que he ido dejando en las esquinas. Volveré a rastrear. En algún momento apareceré. Tapados los agujeros, sólo serás zumo de naranja, humo, películas, mi cabeza despeinada y tu ¡qué guapa!, el ruido de tu cepillo, la nevera vacía, el sol en la ventana y yo en tu cama, natillas, tu sofá y yo en el hueco, mi perrita asustada, el arroz tres delicias y las bolitas de pollo, yo dando vueltas en el aire, la coca cola light del principio, tu insomnio y las palomitas, mi playa y tú durmiendo, el vinito blanco, tu olor a manzanilla, el circulito, la panda de Friends y el Dr House, mi biblia, tu fotogramas, cantar en el coche, los shawarmas, tu cuerpo mojado, comer jamón, en ti y mi espalda sudada, el restaurante de los viernes, los domingos y las sábanas, tus abrazos... El aura rota. ¿Sí, dígame? No, te has equivocado.