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martes, 18 de agosto de 2009

Retrato de un corazón verdemar

El yayo Pau y yo, allá por el año 84...
Desde que tengo uso de razón, o lo que es lo mismo, desde que empecé a hacerme las coletas rematadas con clips de lazos, a quitarme las legañas o a remover mi imprescindible y mañanero colacao, mi yayo Pau siempre ha estado a mi lado. Envolviéndome sin apretar. Mucho antes, todavía yo sin nacer, era fumador y gustaba de saborear carajillos de ron o coñac. La buena vida. Nunca estuvo enfermo, todo salud, erguido como un roble. Hasta que algo dijo basta. Un shock multiorgánico. Justo antes que mis padres llenaran el libro de familia con mi nombre. El sansón languideció. Susto de muerte. Pero como todos los grandes, se reconstruyó. Rebrotado, dijo que, por su nueva y única nieta, nunca más teñiría de amarillo sus dedos ni echaría un trago. Y la selva de vida que siempre tuvo dentro, volvió para abrazarnos. En mis treinta y dos años y sus ochenta y ocho, tan sólo lo recuerdo un día realmente cabreado conmigo. Yo debía tener unos ocho o nueve años. Lentejas, unas malditas y chorizeras lentejas fueran las culpables del coscorrón que recibí. No quería comer. Berrinche tremendo. ¡Cómo lloré!, encendida de rabia en el baño, dando golpes en la puerta. Enana herida, pero no del mamporro que me dio. Su enfado fue mi desconsuelo durante varios días. Y ahí se detiene mi memoria triste con el yayo Pau. Desde entonces, cuando le pienso, sólo puedo amontonar mil kilos de risas, sus canciones grabadas en el contestador cuando no hay nadie en casa, nuestros bailes rocambolescos, su "manyaga" en mis rodillas peladas, cuentos a la luz de la luna, respuestas sin pregunta, paseos eternos en bici, excursiones en patines de cuatro ruedas, jornadas luminosas en la playa de la Barceloneta, bocadillos con ganchitos, los sábados y "Els Encants", la pelota roja atada con una cuerda para que no se me escapara y el tobogán de la "Casa Vella", él en el banco, vigilante, y yo jugando, las pipas peladas, los helados caseros de avellanas y el vermut con "Fritos" y navajas, los viernes, el macuto y el viaje hacia la Verneda, mi primer novio y él mi encubridor, las cartas y el siete y medio, las partidas de ajedrez, el cineclub de la UHF tumbados en el sofá cama...
Su vigor verdemar y la fragilidad de mi alma.
Hoy ya no duermo en la cama de al lado de la ventana, ni la yaya Carmen me pasa a la suya cuando amanece. Pero eso no significa que le quiera menos o que me olvide de las mil vidas que me ha regalado. No sería la de hoy sin sus abrazos cauterizadores. Y sobretodo: habría sido incapaz de aprender a carcajearme chapuzeando entre lágrimas.
Como la camisa abierta de par en par que llevó durante muchos años, así es mi yayo Pau: claro, bueno, honesto, llano, comprensivo, humano, bromista, reposado.
Sin grises ni apagones. Puro destello.
Y sobre todas las cosas: libre.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Veo que desde pequeña ya absorvías el mundo con esos ojazos abiertos de par en par, como un huracán que devora todo a su paso.
Tu yayo Pau me ha recordado al mio, con sus caliqueños, sus carajillos y su libertad. Vivió largos años (95) disfrutando la buena vida, como bien dices, pero cuando mermaron su libertad, murió solo, tal vez de pena.
Como siempre, un placer leerte. Un besazo muy grande!!

Thalassa dijo...

Mans que han guarit ferides, veu que acarona el cor, somriure d'elf, home de paraula...

Natsuki dijo...

Jaume, él me enseñó a apreciar los distintos colores que hay en todas las cosas. Y a intentar (casi siempre) que la tonalidad se acercara más al verde, al azul o al amarillo, que al gris plomizo. Puede parecer sencillo, pero no lo es. Sólo alguien con un arrollador optimismo ante la vida es capaz de inculcarle a uno valores de esa envergadura... ;-)
Dos hurras por nuestros yayos!!!!
Besos mil!

Natsuki dijo...

Fadeta, un mag de l'alegria, la paciència i de la seva frase més repetida: "la vida, un se l'ha de prendre amb filosofia!"... ;-ppp

JC77 dijo...

Ser capaz de aunar optimismo y libertad no es tarea sencilla, así que tu yayo es, sin duda, un gran ejemplo a seguir.

Aquí estoy de nuevo, asomándome sin prisas...

Un besazo

Natsuki dijo...

Querido compañero de batallas!
Ante todo, me alegro de tenerte de nuevo por aquí. Ambos hemos estado más fuera que dentro durante todo este tiempo... ;-)
Y sí, tengo un yayo que es un auténtico gnomo, aunque él no es consciente ni de la mitad de su grandeza. Hasta ese punto llega su humildad.
Abrazos cálidos!

Sita dijo...

Qué precioso, Natsuki... Sobretodo porque es un reconocimiento a la alegría de saberle contigo, de saber que un ser maravilloso te acompaña :) Eres muy afortunada. ¿Sabes que muchos no tuvieron mayores hasta que éstos les necesitaron y la conciencia obligó a ambos a entenderse y amarse? ¿Sabes que muchos no tuvieron quien les amara, después de todo? Pues eso, que es maravilloso que tengas un corazón verdemar a tu lado. Y que él te tenga a ti ;-)

Qae dijo...

Ya era horica, Natsuki. Creo que lo he entendido.

Natsuki dijo...

Sita, desde siempre, con todos los yayos en general, he tenido una relación muy especial. Como una especie de flaustista de Hamelín. Nos buscamos mútuamente, y nos entendemos casi sin hablar ;-)
Y a ello ha contribuído, sin duda, el hecho de haber tenido a mis yayos como unos segundos padres. Desde que nací, me han dado incondicionalmente toda la alegría y el cariño del mundo. Y yo he intentado hacer lo propio.
Y hasta hoy. Soy lo que soy y cómo pienso, en gran parte, gracias a ellos. Y sobretodo a mi yayo Pau... :P

Natsuki dijo...

Qae, pues sí.
Pero lo preocupante no es separarse, lo preocupante sería no volver ;-p

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Qué buen motivo para volver a las ligas bloggeras.

Saludos, recuerdos.

Natsuki dijo...

¡Diego!, ¿qué tal va todo por las alturas de la otra punta del mundo?
Me alegro, como siempre, de leerte ;)
Abrazos sofocantes!