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sábado, 8 de marzo de 2008

Cuatro series de diez repeticiones

Pollitos: unos, y otros.
El lunes, después de muchos meses sin agujetas, volví a pedalear y a mirar cuántos latidos genera mi corazón vuelta tras vuelta. Tras remos, cintas y máquinas de nombre imposible, se esconde un mundo paralelo, asombroso, digno de un profundo estudio antropológico. Noventa minutos con una rutina de ejercicios para tonificar biceps, triceps, gluteos o conseguir unas abdominales arrogantemente veraniegas, es aburrido: incluso para mí, que siempre he disfrutado con ello. Mi recién estrenado gimnasio es pequeño, los monitores son agradables, me gusta. Y ahora más, porque voy acompañada.
Entonces, hasta que las obligaciones me obligaron a dejarlo, iba sola. Pero acabas hablando con todo el mundo: la señora encantadoramente menopáusica que habla por los codos, el que te tira los trastos escudado en sus leoninos y nada elegantes músculos, la pija que lleva a conjunto goma de pelo y calcetines, el informático escuálido al que tienes que ayudar porque sabes que, de lo contrario, acabará con el esternón aplastado por las pesas, las fanáticas de las clases de "super dance" a las que envidias por su endiablada coordinación (y que tú nunca tendrás), el que no para de comer tuperwares de arroz cada hora, la que te dice, absolutamente convencida, que se ha apuntado al gimnasio para quitarse las estrias (querida, las estrias ya son tuyas, para siempre, y más si tienen medio metro y son de un blanco inmaculado) ...
Ayer, sentada en una de las máquinas para dorsales, se acercó un chico, veinteañero, con una mirada exageradamente abierta, como en Babia. Dos segundos, suficientes para ver que era diferente al resto de personas repartidas por la sala. Le dije, con una sonrisa abrigada y afable, que nos quedaban dos series. Creo que ni me entendió. Se mantuvo muy quieto, casi interfiriendo en nuestro espacio vital, mientras acabábamos el ejercicio. Ya en casa, volví a acordarme de él.
Me complace que seamos distintos, que todos tengamos cabida. Sudando, riendo, llorando, disfrutando, viviendo: todos, todos somos iguales.

10 comentarios:

interpreta-sones dijo...

fauna dispersa. zoo(no)lógico.
mismos latidos,
de corazón.

Natsuki dijo...

raúl, exactamente, es tan divertido y entrañable...! ;-)

muaaaaaaks!

Qae dijo...

En los gimnasios la gente se ríe desaforadamente cuando uno cuenta un chiste verde o la gente a la que se ligó el fin de semana. Tira tú, dicen cuando pides turno en una máquina. El verbo "tirar" referido a hacer una serie de pesas me parece practicamente la cosa de peor gusto que se puede decir.

Sita dijo...

A mi acabó por parecerme entrañable la hora "paritorio": montones de musculitos pavoneando que soltaban unos "ugh" y unos "agh" al levantarlas pesas...

Tomás dijo...

Un blog entrañable sin duda, con Avedon dando la bienvenida.

Natsuki dijo...

qae, no puedo evitar una carcajada sonora mientras te leo y te/me imagino ante semejante escena ;-)
Pues sí, lindeces como la que mencionas, llenan los 90 minutos de ejercicios aeróbicos (y también me hacen pasar el rato más entretenida, jijiji).

Natsuki dijo...

montse, pues sí, lo cierto es que son buena gente...
Cada persona establece sus propias metas. Para gustos, ¡colores!

;-***

Natsuki dijo...

Tomás, gracias y bienvenido a este humilde blog!! :-p

JC77 dijo...

Ufff, prefiero el deporte al aire libre ;) pero me ha encantado el último párrafo y lo de que "todos tengamos cabida".

Un abrazo gimnástico.

Natsuki dijo...

jc, mi deporte favorito al aire libre es ...
la playaaaaaaaa!!!!

;-*******