Iconografía

miércoles, 21 de marzo de 2007

Ciclos

Noche. Oscuridad. La luna como tercera letra del alfabeto. La lluvia ha dejado pulida la negrura. Luces se reflejan como joyas titilando. Hay estrellas allá donde el paisaje se acuesta sobre el horizonte. El agua se me estruja de azul. Veo un lago de lágrimas desde el valle. Los árboles sin luz desaparecen. Se queda ciego el verdor. Se calla. Mi casa es un barco navegando en las olas del aire. En lo alto del mástil yo vigilo mi silencio interior. Hace días que mi risa anda de viaje. A ratos hasta pienso que mi alma se marchó y que mi cuerpo sigue sus rutinas cotidianas a pura fuerza de costumbre. El agua cae en la mañana. El pelo chorreando. La ropa. Pero no conozco el rostro del espejo. No le brillan los ojos. Ni canta. Sobre todo no espera. La incansable no aparece en el reflejo. Es el cansancio el que me mira. Una extraña mujer con un rictus. ¿Será que la que era se ha marchado para siempre dejándome en el infierno de la desazón? Noche. Oscuridad. ¿Qué sacrificar para que vuelva el sol? Dulce tenacidad ésta de creer en golondrinas que regresan a los balcones.Pero vuelven los pájaros. Los días se repiten. Se extinguen la noche y sus burbujas negras. De nuevo se perfilarán los volcanes frente a mi ventana. Me alzaré chineleando hasta el café y el vivir. Hasta que otra vez la luz se venga a pique y repita mi piel ciclos del naufragio y la redención.
Gioconda Belli, Mi íntima multitud, 2003