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jueves, 6 de septiembre de 2007

Carpe Diem

Una de mis amigas de la universidad, Welly, se casa. Y también Luís, otro amigo. No creo que exista la panacea para lograr un estado de júbilo permanente - resultaría agotador, por otro lado-. Brindo por las carcajadas y los abrazos de hoy. Y por todo lo que vendrá.

4 comentarios:

Qae dijo...

He visto tu perfil, que se parece asombrosamente al mío excepto en que yo soy mucho más contemporáneo fílmicamente. Sé apreciar la buena mercancia antigua pero, qué le voy a hacer, soy un hijo de John Landis. Bueno, a lo que iba, me ha parecido bonito que te guste Sigur Ros. Alguna vez he visto a alguien con una camiseta de ellos y eso pero ninguno de mis amigos lo conoce; y es alucinante. Además, el videoclip ViðRar Vel Til Loftárása de Agaetis Byrjun es la mejor película que jamás se rodó en 5 minutos. Si no lo has visto, date prisa, venga. Venga...Venga...

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Para algunos teóricos de punta, el matrimonio, antaño una sagrada institución de naturaleza socio-económica, hoy por hoy ha devenido en una importante catapulta hacia la homosexualidad o el ascetismo espiritual; destacando a su manera, los rasgos más antitéticos de la masculinidad y la femineidad.
En todo caso no sé si ahí radica la llave a la felicidad...

Natsuki dijo...

Diego, tal vez, plantearse el matrimonio es como cuando éramos pequeños y te preguntaban si querías hacer la comunión. Todos los niños decían que sí:¡por los regalos!
Yo la hice, pero de "mentirijillas". Algún día te lo explicaré.
Un abrazo de noche insomne.

Anónimo dijo...

Nada hace que la felicidad sea más inalcanzable que tratar de encontrarla. El historiador Will Durant describe cómo buscó la felicidad en el conocimiento y sólo encontró desilusiones. Luego buscó la felicidad en los viajes y sólo encontró el cansancio; luego en el dinero y encontró discordia y preocupación. Buscó la felicidad en sus escritos y sólo encontró fatiga. Una vez vio una mujer que esperaba en un coche muy pequeño con un niño en sus brazos. Un hombre bajó de un tren y se acercó y besó suavemente a la mujer y luego al bebé, muy suavemente para no despertarlo. La familia se alejó luego en el coche y dejó a Durant con el impacto que le hizo realizar la verdadera naturaleza de la felicidad. Se tranquilizó y constató que "todas las funciones normales de la vida encierran algún deleite".